Pensar que Dios nos pone a prueba puede ser desagradable, hiriente y confuso. Desde una perspectiva emocional, podemos hacer preguntas como: «¿Acaso Dios me considera indigno de confianza?» o «¿Piensa Dios que yo sería infiel?». Desde una perspectiva racional, podemos hacernos preguntas como: «¿Por qué es necesario que Dios me ponga a prueba cuando Él es omnisciente y sabe cómo actuaría?» o «¿Acaso Él no sabe si yo le sería fiel?». Desde una perspectiva teológica, la idea de que Dios usa las tentaciones del diablo para probar a Su pueblo puede ser confusa. Santiago 1:13 afirma que Dios no tienta a nadie, pero las Escrituras también muestran que sí prueba a Su pueblo (Génesis 22:1; Éxodo 20:20; Deuteronomio 8:2, 16; 13:3; Salmo 66:10; 139:23; Ecles. 3:18; Sant. 1:12), y esta prueba de Dios a menudo implica que Su pueblo sea llevado a una situación en la que es tentado por el diablo. Por ejemplo, en Apocalipsis 2:10, Jesús dice a los cristianos de Esmirna: «No temas lo que estás por sufrir. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida». Jesús permite esta prueba que probaría la fidelidad de los cristianos de Esmirna, la cual implicaba que el diablo los arrojara a la cárcel. Pero ¿cómo es esto posible? ¿Por qué permitiría Dios las tentaciones del diablo como una prueba para Su propio pueblo?

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La prueba de Dios es una oportunidad para grabar en Su historia
Una respuesta a por qué Dios nos pone a prueba es para que tengamos la oportunidad de grabar nuestros actos de fidelidad en la historia de Dios para así recibir una gloria eterna. El diablo nos tienta con la intención y el deseo de vernos caer vergonzosamente en el pecado, pero Dios nos prueba con la intención y el deseo de vernos marcar nuestra fidelidad en la historia humana para que sea reconocida en la gloria para siempre. Con este propósito, Dios siempre ha probado a Su pueblo desde el principio. Dios puso el árbol prohibido para probar a Adán y Eva y ver si permanecerían fieles a Él. Dios probó a Job, Abraham, Jacob, José, el pueblo de Israel, David y muchos otros, y los resultados de sus pruebas quedaron registrados en la historia más importante del mundo: la Palabra de Dios. Los que superaron la prueba, como Abraham, grabaron sus éxitos en la historia de Dios con gloria y exaltación (Santiago 2:21-22). Los que no pasaron la prueba, como el pueblo de Israel que vagó por el desierto por cuarenta años después del éxodo, fueron registrados con vergüenza y deshonor en la historia de Dios (2 Crónicas 30:7).

Incluso Jesús, quien es Dios, abrazó la prueba, lo cual nos demuestra cuán importante era para Dios marcar históricamente los propios actos de fidelidad de Jesús que cambiaron el mundo. Su prueba incluyó ser tentado por el diablo después de ayunar por cuarenta días en el desierto. Pero su prueba más significativa fue Su obra en la cruz para morir por los pecados del mundo. Al superar esta prueba, el amor y fidelidad de Dios quedaron marcados en la historia como evidencias objetivas que aseguran el perdón de nuestros pecados. Por lo tanto, alabaremos y glorificaremos a Jesús diciendo: «Digno es el Cordero que fue sacrificado, de recibir el poder y las riquezas y la sabiduría y la fuerza y el honor y la gloria y la bendición… por siempre y para siempre» (Apocalipsis 5:12-13, NTV).

Nuestras vidas son una prueba para demostrar nuestra fidelidad
¿Te encuentras en una tentación que te hace pecar contra Dios? ¿Estás pasando por un momento difícil que te dificulta permanecer fiel a Dios? Dios permite estas experiencias para probarte—es decir, para darte una oportunidad para marcar tus huellas de fidelidad en la historia de Dios para la gloria eterna. Así como la fe sin obras está muerta, la fidelidad que permanece oculta no puede brillar y ser reconocida. La prueba de Dios permite que tu fidelidad salga a la luz, asombre a Sus ángeles (cf. Job 1:8; Lucas 12:8) y permanezca como un glorioso recuerdo de Dios. Si Dios nunca nos prueba, no habría una forma de validar nuestra fidelidad ni de grabar nuestros actos de gloria en Su historia y memoria.

Tal vez sientas que has fallado demasiado en mostrar tu fidelidad a Dios. ¡Anímate! Abraham, quien es más conocido por haber pasado la prueba de Dios cuando le mandó a sacrificar a su hijo Isaac, también tuvo múltiples fracasos antes de su reconocido éxito. Mintió a los egipcios diciendo que su esposa Sara era su hermana por su temor a morir, en lugar de confiar en la protección de Dios, engañando a los egipcios y haciendo que el faraón y su familia sufrieran una plaga (Génesis 12:10-20). Se aprovechó de Agar, la esclava de Sara, para tener un hijo en lugar de esperar la promesa de Dios (Génesis 16:1-6). Abraham volvió a mentir sobre su esposa a Abimelec en lugar de confiar en la promesa de Dios, provocando que todas las mujeres de la casa de Abimelec se volvieran estériles (Génesis 20). Pero, al final, pudo compensarlo todo cuando superó la prueba de Dios con Isaac. Tampoco es demasiado tarde para ti. Comienza una nueva historia gloriosa que ya no registrará momentos de vergüenza, sino huellas de fidelidad en la historia de Dios para tu gloria eterna. Amén.