HOGAR ETERNO
Una persona de fe vive empacando bien en espera para la migración hacia la ciudad de Dios.
13 Todas estas personas murieron aún creyendo lo que Dios les había prometido. Y aunque no recibieron lo prometido lo vieron desde lejos y lo aceptaron con gusto. Coincidieron en que eran extranjeros y nómadas aquí en este mundo. 14 Es obvio que quienes se expresan así esperan tener su propio país. 15 Si hubieran añorado el país del que salieron, bien podrían haber regresado. 16 Sin embargo, buscaban un lugar mejor, una patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad. — Hebreos 11:13-16 (NTV)
Samuel E. Seo, Th. M. | 26 de noviembre 2020
Si has experimentado una mudanza de casa sabrás la dificultad que viene con todo el trabajo relacionado con la mudanza. El empaque de los bienes, el traslado de los muebles, la limpieza y los arreglos… todo esto cuesta mucha energía y causa estrés. Inmediatamente después de cada traslado, el pensamiento típico es ya no volver a trasladarte jamás. Deseas acomodarte permanentemente y llamar a tu nueva casa “hogar”. Quizá, si has permanecido cómodo en el mismo lugar toda tu vida, en la misma casa, en el mismo pueblo de tus padres, tus abuelos y tus bisabuelos, sabrás cuán difícil es alejarte de tu hogar. Cuando te alejas, te sientes solo y fuera de lugar, extrañando el regreso a tu hogar.
Todos nosotros anhelamos y buscamos un lugar al cual podamos llamar “hogar”, un lugar a donde deseemos regresar cuando sintamos la soledad, un lugar donde encontrar a nuestros verdaderos amigos, un lugar donde podamos asociarnos y aliviar nuestra nostalgia.
Los patriarcas de fe
La Palabra de Dios nos enseña que los patriarcas de fe también vivieron anhelando un hogar, pero no de esta tierra. El autor de Hebreos dice que Abraham, en fe, “obedeció cuando Dios lo llamó para que dejara su tierra y fuera a otra que Él le daría por herencia. Se fue sin saber a dónde iba. Incluso cuando llegó a la tierra que Dios le había prometido, vivió allí por fe, pues era como un extranjero que vive en carpas de campaña. … Abraham esperaba con confianza una ciudad de cimientos eternos, una ciudad diseñada y construida por Dios” (Hebreos 11:8-10, NTV).
Comentando más sobre individuos como Isaac, Jacob y Sara, el autor de Hebreos dice: “Todas estas personas murieron aún creyendo lo que Dios les había prometido. Y aunque no recibieron lo prometido lo vieron desde lejos y lo aceptaron con gusto. Coincidieron en que eran extranjeros y nómadas aquí en este mundo. (…) Sin embargo, buscaban un lugar mejor, una patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad” (Hebreos 11:13-16, NTV).
La persona de fe
El mensaje de estos versículos es el siguiente: una persona de fe pasa la vida obrando para vivir mejor en el hogar eterno que le espera en la ciudad de Dios. Una persona de fe vive para tener un hogar de nostalgia aliviada que nunca desaparecerá. Una persona de fe pasa la vida valorando su ciudadanía eterna más que su ciudadanía del mundo donde las naciones se levantan y caen en cualquier momento. Una persona de fe vive empacando bien en espera para la migración hacia la ciudad de Dios. Ser un cristiano no se trata solamente de tu identidad como un discípulo de Jesús; también se trata de tu nacionalidad como un ciudadano del reino de Jesús.
“Tu hogar está conmigo”
¿Cómo estás pasando tu vida? ¿Estás pasando tu vida obrando para la casa y posesiones de este mundo que seguramente desaparecerá? O, ¿eres como un extranjero que está fielmente invirtiendo y empacando para una gloria mayor en la ciudad de Dios? ¿Estás listo para migrar en cualquier momento?
Si estabas viviendo aferrado a las cosas temporales del mundo, busca el perdón de Dios a través de la sangre de Jesucristo. Cambia tu manera de pensar y obra para tu hogar glorioso donde Dios será tu vecino en Su ciudad eterna (Romanos 12:2).
Les cuento una experiencia personal. Como un hijo de misioneros, tuve que pasar por una gran cantidad de mudanzas. Cuando tenía seis años, nos movimos de Corea del Sur al medio oriente. Luego, nos mudamos a Colombia. Para mis estudios de la universidad, me mudé a vivir solo a Estados Unidos. Después de graduarme de la universidad, estuve mudándome entre Corea, Colombia y Estados Unidos durante ocho años, sin quedarme más de un año en un lugar debido a mi trabajo. Recuerdo un tiempo específico en Corea, en una habitación pequeña que tomé en arriendo por solo unos meses, sentado en la cama y mirando hacia mi maleta de equipaje que siempre servía como un closet debido a mi mudanza continua. Recuerdo preguntando a mí mismo, “¿dónde es mi hogar?” y sintiéndome triste por no poder responder a esa pregunta. Pero, en medio de esta tristeza, tuve un momento especial con Dios. Escuché Sus palabras que me decían: “Tu hogar está conmigo, en mi ciudad eterna. Eres un extranjero del mundo, pero eres un vecino mío”.
Dios te dice lo mismo: “Vecino mío, vecina mía. Tu hogar está conmigo, en mi ciudad eterna”. Amén.
Copyright © 2020 por Samuel E. Seo.