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¿POR QUÉ ESTOY TAN ABATIDO?

Si sientes que Dios se ha olvidado de ti, es necesario que recuerdes quién es Dios realmente.

1 Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por ti, oh Dios, el alma mía. 2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente; ¿cuándo vendré y me presentaré delante de Dios? 3 Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche, mientras me dicen todo el día: ¿Dónde está tu Dios? 4 Me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí; de cómo iba yo con la multitud y la guiaba hasta la casa de Dios, con voz de alegría y de acción de gracias, con la muchedumbre en fiesta. 5 ¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia. ... 11¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios! — Salmos 42:1-5, 11 (LBLA)

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Daniel E. Seo, Th. M., MABC  |  08 de septiembre 2020

Uno de los mayores enemigos y de las mayores condiciones que nos impiden confiar en Dios son las situaciones personales y relaciones a las que nos enfrentamos. A través de las emociones negativas que pueden surgir de estas situaciones a las que nos enfrentamos, sean situaciones personales o por relaciones y aunque sabemos que la respuesta a esas situaciones se encuentra en mantener una firme confianza en Dios, no siempre tenemos las motivaciones correctas ni son coherentes nuestros conocimientos con nuestras acciones.

 

El lamento de David
En el salmo 42, el Salmista se lamenta porque los enemigos que despreciaron a Dios y oprimieron a sus fieles siervos impidieron que el Salmista atendiera el santuario principal. Él preguntó tres veces: “¿Por qué te abates, alma mía?”. Sin embargo, en el versículo 11 él dijo: “Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!”.  En otras palabras, el salmista se dijo a sí mismo: “¿Por qué estoy tan abatido? ¿Por qué me siento tan deprimido? Pon tu esperanza en Dios. Pon tu esperanza en Dios”. Pero la gran pregunta que debemos hacer es: ¿cómo podemos esperar genuinamente en Dios en medio de nuestras situaciones? 


Lo primero que nos enseñan estos versículos acerca de esperar en Dios es la permisibilidad de preguntar “por qué”. Estos versículos nos muestran que podemos preguntarle a Dios el “por qué” de las cosas. Sin embargo, observa cómo el salmista inicialmente no preguntó: “Dios, ¿por qué me pasa esto a mí?”.
No, él se pregunta: “¿Por qué te abates, alma mía?”. Su objetivo era apuntar hacia algo más profundo: sus sentimientos, pensamientos, voluntad, y lo que Dios haría respecto a su situación. A pesar de haber tenido un alma abatida, el salmista dijo: “pon tu esperanza en el Señor” sabiendo lo que Dios iba a hacer. Cuestionó, pero al mismo tiempo esperó en Dios, confiando en que su Salvador sabía lo que estaba haciendo. Es decir, David supo con certeza el resultado de su situación. Por eso pudo decir: “Espera en Dios, la salvación de mi ser, y mi Dios”.   

 

Del mismo modo, si hoy eres alguien que le pregunta a Dios “¿por qué a mí?” cuando sientes que tu situación está en contra tuya, pregúntate qué está tratando de hacer Dios en el contexto de tu sufrimiento. En otras palabras, ¿qué está tratando de hacer Dios con tu corazón? ¿Qué pecados o debilidades quiere que veas? Pregúntale a Dios qué deseo está tratando de cambiar dentro de ti y el porqué. Pregúntale a Dios qué emociones está tratando de cambiar dentro de ti y el porqué. Pregúntale a Dios qué formas de pensar está tratando de romper en ti y el porqué. ¿Estás enojado/a? ¿Estás preocupado/a? ¿Sientes soledad? ¿Tienes conflictos en tus relaciones? No preguntes: “¿Por qué a mí, Dios?”. Mas bien, pregunta: “Dios, ¿qué quieres hacer con esto que estoy sintiendo? Recuerda siempre preguntarle a Dios el “qué” en el “por qué”. 

 

La esperanza en Dios 
En segundo lugar, si quieres tener esperanza en Dios, debes recordar quién es Dios. En el versículo 6, el salmista dijo: “Dios mío, mi alma está en mí deprimida; por eso me acuerdo de ti”. Más adelante en los versículos, el salmista explicó cómo el sentimiento de tener olas divinas cubriéndolo lo hacía sentirse olvidado por Dios y pensó que estaba caminando en la oscuridad siendo más conocido por sus enemigos que por Dios. No obstante, intentó recordar quién era Dios.
Si hoy sientes que tus situaciones son como olas que consumen tu mente y te abruman con una oscuridad que parecen cubrir tu alma, o si sientes que Dios se ha olvidado de ti, es necesario que recuerdes quién es Dios realmente. Una de las formas en las que puedes ponerte en contacto con Dios cuando no sucede nada bueno en tu vida es recordando todas las otras cosas buenas que Él ha hecho por ti. 

 

¿Quieres esperanza para tu situación? Cuando preguntes: “Dios, ¿qué me estás enseñando en el porqué?”, deja que tu mente recuerde inmediatamente quién es Dios.

 

Hoy, si estás abatido, no dudes en preguntarle a Dios el “porqué”, porque cuando Jesús estaba en la cruz y fue más allá del peor sufrimiento humano imaginable, y experimentó el rechazo de Su propio Padre, también preguntó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. Sin embargo, Jesús permaneció en la cruz y demostró cómo Él puso Su esperanza en Su Padre perfectamente, lo que al final trajo la salvación para cada uno de nosotros. Te insto a que tengas la misma esperanza que Cristo tuvo en la cruz. Cuando sientes que estás colgado en una situación llena de sufrimiento y sientes que no hay esperanza para tu situación desfavorable, confía y pon tu esperanza en Cristo, quien puede levantar de tus hombros las olas divinas de la oscuridad. Confía en lo que Dios está haciendo en tu vida para que puedas recordar quién es tu Salvador una vez más y puedas decir con confianza: “Esperé en mi Dios y ahora con todo mi corazón lo alabo; Él es la salvación de mi ser y mi Dios”.

Copyright © 2020 por Daniel E. Seo. 

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.lbla.com.

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