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REDIMIENDO MIS REMORDIMIENTOS

Los remordimientos santos son oportunidades para humildemente reconocer y glorificar la gracia de Dios.

¿Por qué te abates, alma mía,

y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez.
¡El es la salvación de mi ser, y mi Dios! — 
Salmos 43:5 (LBLA)

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Samuel E. Seo, Th. M.  |  17 de marzo 2020

Una vez escuché un testimonio de un pastor coreano sobre su experiencia de su servicio militar cuando era joven. Hubo un incidente en el que sus superiores lo apalearon por ir a la iglesia tan gravemente que sufrió una convulsión y perdió de manera permanente la mayoría de su capacidad auditiva en un oído. A pesar de esta persecución, este pastor joven todavía se aferraba a su Señor Jesucristo. Mientras estaba hospitalizado, cada día, en la madrugada, se iba para su iglesia con su soporte de goteo intravenoso, para orar (en Corea, es una costumbre de las iglesias cristianas tener un servicio por ahí a las 5 o 6 de la mañana todos los días para que los miembros de la iglesia vayan a orar.)

Un día, cuando todavía estaba en el hospital recuperándose, otro superior que lo conocía fue admitido en la misma habitación del hospital por problemas cardíacos. Era un superior muy malvado. Le ordenó que le hiciera masajes cada noche durante varias horas, no solo abusando de su autoridad como superior sino también sin tener en cuenta las situaciones graves de sus subordinados que también se estaban recuperando de heridas graves. Cada noche por varias semanas, el pastor tuvo que pasar varias horas dando masajes a su superior, perdiendo sus horas para dormir, lo que hacía más difícil madrugar para ir a la iglesia.

Un día, temprano en la madrugada, el pastor se levantó silenciosamente para ir a la iglesia después de solo unas horas de descanso. Se levantó con mucho cuidado para no despertar a su superior, pero su superior, quien no estaba durmiendo, lo escuchó levantándose. El superior le dijo: “Oye, ¿estabas despierto? Ven y dame un masaje”. En ese momento, el joven pastor se llenó de enojo y odio, y respondió diciendo: “Me disculpas, pero tengo que ir a la iglesia”. Hubo unos segundos de silencio y luego el superior dijo: “Dime… ¿tú crees que un hombre como yo puede entrar al Reino de Dios?”.

En ese momento, el pastor sintió como el Espíritu Santo estaba diciéndole: “Ora con él. Ayúdalo a hacer la oración de fe”. Pero, al mismo tiempo, no quería llegar tarde a la iglesia. El pastor rápidamente respondió: “Claro que sí” y se escapó inmediatamente antes de que le pidiera el masaje de nuevo. En la iglesia, mientras oraba, el sintió un fuerte remordimiento por no ayudar a su superior a orar en ese momento. Se dijo a sí mismo: “Cuando regrese, inmediatamente le voy a ayudar hacer la oración para aceptar a Jesucristo como su Señor y Salvador”.

Después del servicio y oración en la iglesia, regresó lo más rápido posible con su soporte de goteo intravenoso y entró a su habitación en el hospital. Pero algo era diferente; la cama de su superior no estaba allí. Entonces, el joven pastor le preguntó a otro compañero con quien compartía la habitación: “¿A dónde se llevaron al superior?”. El compañero le dijo: “Hermano… el falleció hace una hora y se llevaron su cuerpo”.

Totalmente traumatizado, las palabras que llegaron inmediatamente a su cabeza fueron: “Lo mandé al infierno… yo lo mandé al infierno”.

La tortura del remordimiento

Todos nosotros tenemos remordimientos, pero hay algunos que nos persiguen. En el caso del pastor coreano de la historia que acabo de contar, él luego dijo que su remordimiento lo paralizó y no le permitió experimentar la paz de Dios por muchos años. Algunas veces, hay remordimientos que siguen regresando para perseguirnos y cada vez nos deprimen, nos torturan, nos hacen completamente disfuncionales. Anhelamos que estos pensamientos de remordimientos paren, pero no se desaparecen. Anhelamos cumplir y experimentar lo que Pablo dice en Filipenses 3:13–14: “…pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante…para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Pero, los remordimientos llegan sin parar y no sabemos qué hacer sino caer más y más en la espiral de la depresión. ¿Qué debo hacer para superar la tristeza de mis remordimientos? ¿Cómo puedo escapar de los efectos paralizantes de mis remordimientos?

¿Por qué ocurre el remordimiento?

Antes de responder a estas preguntas con la Palabra de Dios, tenemos que entender qué es exactamente un remordimiento. ¿Qué es un remordimiento? Un remordimiento es un recuerdo que me hace entender y sentir que soy peor de lo que pensé de mí mismo. Los remordimientos nos hacen decir: “¿Por qué hice eso? ¿Por qué dije eso? ¿Por qué soy tan imprudente? ¿Por qué soy tan necio?”. Como cristianos, entender por qué ocurre el remordimiento puede ser complicado, porque no es fácil analizar y discernir si el remordimiento es del satanás o del Espíritu Santo. El remordimiento puede estar enraizado en el orgullo, es decir, en tu deseo a exaltarte a ti mismo, o puede estar enraizado en la santidad, es decir, en tu deseo de ser santo ante Dios.

Explico un ejemplo. Piensa por un momento en una situación donde, por la culpa de tu amigo/a, peleaste con él o ella. Después de la pelea, sientes remordimiento. El remordimiento de satanás que está enraizado en el orgullo dice lo siguiente: “¿Por qué peleé con mi amigo? Fue culpa de él… y ahora otros van a pensar mal de mí, que soy una persona argumentativa, problemática y violenta”.  Por otro lado, el remordimiento del Espíritu Santo que está enraizado en la santidad de Dios dice lo siguiente: “¿Por qué peleé con mi amigo? Jesús nunca habría hecho eso. Dios no está bien con eso, tengo que buscar Su perdón”. La dificultad de este discernimiento se aumenta debido a que las razones de los remordimientos están mezcladas, enraizadas en nuestro cuerpo pecaminoso y también en nuestra nueva vida espiritual con el Espíritu Santo.

La confesión de los hijos de Coré

A pesar de la dificultad y confusión, la solución bíblica para todos los remordimientos no es tan confusa. Salmos 43:5 dice: “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!”. El salmista repite esta declaración tres veces en Salmos 42:5, 11 y acá en 43:5 como la respuesta ante situaciones de depresión, lamento y opresión. De lo que veo, el remordimiento incluye todo esto, y por eso podemos encontrar el remedio bíblico acá.

“Espera en Dios”

Las primeras palabras de remedio para nuestros remordimientos son: “Espera en Dios”. ¿Qué tipo de persona “espera en Dios”? Una persona que espera en Dios es una persona humilde, porque reconoce que no puede solucionar su depresión, lamento y opresión sin la ayuda de Dios. Muchas veces, la respuesta común de quienes sufren de remordimientos es lo siguiente: “Jamás cometeré ese error… jamás actuaré así… nunca hablaré así…”, como si aún pudieran ser perfectos. Pero, el remedio bíblico muestra que debemos comenzar con la respuesta que dice: “Mi error muestra exactamente quién soy… soy un fracaso… soy un imprudente… soy un pecador… por eso necesito a Jesucristo”. En palabras simples, el primer paso para superar nuestros remordimientos paralizantes es ser humildemente sincero sobre quiénes somos verdaderamente y ver la importancia de Jesucristo en nuestra vida.

“¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!”

Las siguientes palabras de remedio para nuestros remordimientos son: “Pues he de alabarle otra vez. ¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!”. El salmista muestra que debemos entender la importancia de Dios en nuestras vidas. Más específicamente, esto es reconocer y glorificar la salvación de Dios en nuestras vidas a través de nuestras comprensiones sinceras. “Sí, es verdad. Soy un fracaso. Soy un pecador. Soy tan deficiente, tan imperfecto, tan pecaminoso, tan insuficiente. Pero, Jesús, ya conociendo todo esto sobre mí, todavía decidió salvarme. Dios todavía decide tenerme como su hijo o hija. El Espíritu Santo todavía decide quedarse conmigo. ¡Qué Dios tan misericordioso! ¡Alabaré a mi Dios a través de mis remordimientos!”. En palabras simples, el segundo paso para superar nuestros remordimientos paralizantes es usarlos para reconocer y glorificar la salvación de Dios en nuestra vida.

Redimir mis remordimientos

 ¿Estás sufriendo por tus remordimientos? ¿Tienes remordimientos que te persiguen? ¿Tienes remordimientos que están robando tu gozo en Cristo? ¿Tienes remordimientos que están destruyendo tu paz en Dios? Cuando el satanás te oprime con remordimientos, tienes dos opciones: Puedes dejar las flechas del remordimiento clavadas en tu corazón y dejar que te mantengan sangrando hasta tu muerte mental y emocional, o puedes redimir tus remordimientos usándolos como instrumentos para glorificar la gracia y la misericordia de Dios.

Conclusión: Mis remordimientos

Conozco a un pastor muy cercano a quien su esposa lo dejó y se casó con otro hombre. Durante su tiempo difícil, el satanás empezó a atacarlo con remordimientos fuertes: “¿Por qué me casé con ella? ¡Qué vergüenza ser un pastor divorciado! ¿Por qué decidí tener hijos con esa mujer?”. Su esposa lo dejó cuando su bebé solo tenía tres meses. El veneno de sus remordimientos fue tan fuerte que empezó a acusar a Dios: “¿Por qué me dejaste conocerla Dios? ¿Por qué me dejaste casar con ella? ¿Por qué nos diste a nuestra hija? Muero por verla”. Tenía que luchar contra pensamientos de suicidio.

Pero, con la ayuda del Espíritu Santo, este pastor empezó a decir: “No… la verdad es que soy un fracaso como esposo, merezco haber perdido mi matrimonio. La hija que tuve con esa mujer es un regalo de Dios, no la merezco. Desde el principio no merecí el ministerio. Soy imprudente, soy deficiente, soy un pecador; merezco perderlo todo… Pero, a pesar de conocer todos los fracasos que he cometido, Dios todavía decidió salvarme. ¡Qué misericordioso es mi Dios de salvación! ¡Tan bondadoso es mi Dios!”. Con esta confesión de humildad y adoración, Dios empezó a sacar las flechas venenosas de remordimiento de su corazón y detuvo el sangrado. Además, el satanás dejó de lanzar flechas de remordimiento, porque descubrió que sus remordimientos estaban glorificando a Dios. En el tiempo más difícil de la vida de este pastor, los miembros de su iglesia pequeña, donde pastoreaba, decidieron permitirle seguir ministrando a través de una votación. Hasta hoy sigue ministrando.

Sé humildemente sincero contigo mismo y usa tus remordimientos para reconocer y glorificar la salvación de Dios. De este modo, Dios seguirá sanando tus remordimientos y el satanás dejará sus ataques.

Copyright © 2019 por Samuel E. Seo. Este artículo es adaptado de una predicación en la Iglesia Gozo Eterno en el 2019.

A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión LA BIBLIA DE LAS AMERICAS® (LBLA), Copyright © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation usado con permiso. www.lbla.com.

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