YO TE PERDONO
(Una narración basada en Juan 21)
Cuando sientes que traicionaste a Jesús, Él te pregunta: “¿Me amas?” para perdonarte y restaurarte.
18 Los siervos y los guardias estaban de pie calentándose junto a unas brasas que habían encendido porque hacía frío. ... 25 Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le preguntaron: «¿No eres tú también uno de Sus discípulos?». «No lo soy», dijo Pedro, negándolo. — Juan 18:18a, 25 (NBLA)
9 Cuando bajaron a tierra, vieron brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan. ... 15 Cuando acabaron de desayunar, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». — Juan 21:9, 15a (NBLA)
Samuel E. Seo, Th. M. | 21 de julio 2021
Pedro se paró y les dijo a sus compañeros, quienes también eran discípulos de Jesús, que iría a pescar. Jesús ya había resucitado, pero solo había sido visto dos veces. ¿A dónde se había ido el Señor Jesús? Los discípulos no sabían qué hacer. Antes, Jesús siempre estaba con ellos. Jesús siempre los guiaba. Siempre dependían de Jesús. Pero, ahora, sin Jesús, los discípulos se sentían perdidos. Así que Pedro decidió regresar a la vida que tenía antes.
“Me voy a pescar.” dijo Pedro.
Los otros cinco discípulos que también tenían experiencia como pescadores le contestaron, “Nos vamos contigo.”
En el camino hacia el lago de Tiberíades, ellos se acordaron de la promesa de Jesús cuando dijo que serían pescadores de hombres (San Mateo 4:19; San Marcos 1:17, San Lucas 5:10). Pero, aquí estaban, regresando a ser pescadores de pescado de nuevo. ¿Qué había pasado con la promesa de Jesús?
Los hombres se montaron en un barco y fueron a trabajar. Pescaron toda la noche, pero no pescaron nada. Pescaron hasta el amanecer, pero aún seguían con manos vacías. El sol estaba saliendo. Los discípulos estaban tumbados en el barco cansados, agotados, decepcionados y deprimidos. La desesperación era más pesada que nunca. El agotamiento era más doloroso que nunca. El vacío del corazón era más oscuro que nunca.
A medida que el barco flotaba lentamente en las aguas, los discípulos notaron a un hombre en la orilla agitando su mano para llamar su atención.
“Muchachos, ¿pescaron algo para comer?” les preguntó el hombre.
“¡No!...” respondieron ellos con una voz agotada.
“Entonces, tiren la red a la derecha del barco, y ahí pescarán algo” gritó el hombre en la orilla.
“Pero ¿quién es este hombre?,” pensaron los discípulos. Habían pescado toda la noche—no solo a la derecha del barco sino en todas partes. ¿Para qué iban a perder más energía y tiempo?
Pero, en este momento, los discípulos probablemente tuvieron un recuerdo del pasado (San Lucas 5:1-11). El recuerdo también ocurrió en un barco cuando se habían encontrado con Jesús por primera vez. En este recuerdo, Jesús les dijo, “Lleven el barco hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar,” y cuando le obedecieron, pescaron una cantidad tan grande que las redes se les rompían.
Pensaron, “Pues, solo es la derecha del barco. ¿Qué hay que perder?” Obedientemente, los discípulos decidieron intentarlo. Pusieron la red a la derecha del barco. Inesperadamente, la red comenzó a ser arrastrada. ¡Guau, tanto pescado! ¿Qué está pasando? Solo hay una persona que puede hacer algo así.
El discípulo Juan fue el primero quien gritó: “¡Es el Señor!” Con risas y gritos de emoción, el barco se llenó de ánimo y alegría. Pedro, también, lleno de emoción, no pudo esperar a ver Su cara. ¡Jesús! ¡Él está de vuelta otra vez! Quería encontrarlo de primeras. Pero espera, él estaba trabajando y se había quitado su ropa exterior para trabajar. Estaba impresentable. Rápidamente ató su ropa exterior alrededor de sí mismo y se lanzó al agua para nadar hacia Jesús.
Sin embargo, mientras Pedro nadaba hacia Jesús con todas sus fuerzas, varios pensamientos corrían por su mente y estos pensamientos empezaron a causar que disminuyera su velocidad. “Espera un momento... traicioné a Jesús tres veces. Además, fue mi idea venir acá a pescar y regresar a nuestra vieja vida como pescadores de peces en lugar de ser pescadores de hombres. ¿Qué expresión tendrá Jesús? ¿Estará enojado? ¿Me rechazará? ¿Estará decepcionado conmigo?”
Mientras Pedro se acercaba hacia la orilla, la emoción y alegría de encontrarse con Jesús lentamente se tornó en temor y preocupación. ¿Qué tipo de recibimiento le daría Jesús?
Pedro lentamente salió del agua y caminó hacia Jesús, y lo vio. No podía estar más equivocado. Con una expresión de amor y bondad, Jesús estaba inclinado, cocinando pescaditos sobre el fuego y con pan al lado. Jesús dirigió su mirada hacia Pedro y los otros discípulos que estaban desembarcando, y les dijo, “Vengan a desayunar.”
Después del desayuno, Jesús y Pedro fueron juntos a dar un corto paseo. Mientras caminaban, Jesús, caminando por delante, pero mirando hacia los otros discípulos que todavía estaban comiendo alrededor del fuego, le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”
Pedro le contestó, “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.”
“Apacienta mis corderos.” le dijo Jesús.
No mucho tiempo después, Jesús, mirando hacia el camino delante, le preguntó de nuevo. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Pedro le contestó, “Sí, Señor, tú sabes que te quiero.”
“Cuida mis ovejas.” contestó Jesús.
Un poco después, Jesús le preguntó por tercera vez. “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”
Esta tercera vez entristeció a Pedro y se sintió herido. Pedro pensó: “¿Por qué tres veces? ¿Duda Jesús de mí?” Pero inmediatamente recordó una escena muy familiar en donde habían acabado de desayunar. Esto fue cuando Jesús había sido capturado y llevado ante el sumo sacerdote. Así como Pedro había traicionado a Jesús tres veces en el patio del sumo sacerdote con otras personas alrededor de un fuego, ahora Jesús le estaba preguntado si le amaba tres veces después de desayunar alrededor del fuego que Él mismo había preparado.
“Dios mío...” pensó Pedro mirando hacia el fuego donde sus compañeros todavía estaban desayunando. “Jesús ya sabe. Lo traicioné tres veces, y aquí estoy sintiéndome triste y herido porque Jesús quería confirmar mi amor hacia Él tres veces para perdonarme y restaurarme.”
Lleno de gratitud, Pedro exclamó: “¡Señor, tú lo sabes todo! ¡Ya sabes que te amo!”
Jesús se detuvo y lo miró con una sonrisa. Le dijo: “Apacienta mis ovejas.”
Al igual que Pedro quien traicionó a Jesús no solo una vez ni dos veces, sino hasta tres veces sintiéndose lleno de culpa y vergüenza, de pronto también has tenido momentos cuando sentiste culpa y vergüenza por los pecados que cometiste repetidamente. Después de cada traición contra tu Señor Jesús, sientes que Dios ya no te puede perdonar. En momentos así, Jesús te pregunta: “¿Me amas?” Si tú vienes delante de Él con un corazón de arrepentimiento (cf. Mateo 26:75; Marcos 14:72; Lucas 22:62) y dices: “Sí, Señor. Tú sabes que te amo”, Él te dirá: “Ven, te perdono. Te perdono. Yo te perdono.” Amén.
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